GATICIDA ACCIDENTAL
Hoy voy a contar una historia de la que no me siento nada orgullosa.
¡Soy una gaticida!.
En mi defensa diré que me siento fatal y fue algo muy, pero que muy ajeno a mi voluntad.
Para poneros en antecedentes, diré que vivo en el campo, me gustan los animales, tengo muchos gatos y a todos les ponemos nombre en función de su personalidad.
Pues bien, un día salí al jardín y me veo junto a mi coche un gato muerto con los ojos reventados, bueno más bien con toda la cabeza reventada.
.- ¡Juan!, mira lo que le ha pasado al gato, se le ha reventado la cabeza. ¡Pobrecito! .
A las pocas semanas lo mismo:
.- ¡Oh, Dios mío! ¡Juan, Juan!, mira otro gato que le ha explotado la cabeza, ¡ Los pobres! Hay que ver, Juan, qué enfermedad más rara, ¿no?
.- Sí... hija sí, muy rara .
Lo que a mí empezó a mosquearme fue que todos venían a morir cerca de mi coche, pero pensé que los pobrecillos presentían su muerte y necesitaban estar cerca de algo que les resultara familiar.
Un día, el santo Juan, no pudo más, veníamos en su coche, por el carril de entrada a nuestro chalet, los gatos no se apartaban de su camino, y le digo muy chula:
.- Pues, cuando yo vengo con mi coche , todos los gatos corren como perseguidos por el demonio , no hay ninguno que no se aparte de mi camino, todos me dejan pasar, a mí me respetan, de ti se cachondean.
.- Mira bonita ( pero con retintín ), es normal que lo gatos nada más verte corran como posesos, porque para que lo sepas eras tú la que matabas a los gatos, no existe ninguna enfermedad que produzcan explosiones de cabeza, ¿o?.... ¿es que a ti , te parece normal que todos los gatos aparecieran cerca de tu coche?.
.- ¿QUÉ?
Y ahí estaba yo, digiriendo la información, con los ojos como platos temiendo que me explotara la cabeza .
¡Soy una gaticida!.
En mi defensa diré que me siento fatal y fue algo muy, pero que muy ajeno a mi voluntad.
Para poneros en antecedentes, diré que vivo en el campo, me gustan los animales, tengo muchos gatos y a todos les ponemos nombre en función de su personalidad.
Pues bien, un día salí al jardín y me veo junto a mi coche un gato muerto con los ojos reventados, bueno más bien con toda la cabeza reventada.
.- ¡Juan!, mira lo que le ha pasado al gato, se le ha reventado la cabeza. ¡Pobrecito! .
A las pocas semanas lo mismo:
.- ¡Oh, Dios mío! ¡Juan, Juan!, mira otro gato que le ha explotado la cabeza, ¡ Los pobres! Hay que ver, Juan, qué enfermedad más rara, ¿no?
.- Sí... hija sí, muy rara .
Lo que a mí empezó a mosquearme fue que todos venían a morir cerca de mi coche, pero pensé que los pobrecillos presentían su muerte y necesitaban estar cerca de algo que les resultara familiar.
Un día, el santo Juan, no pudo más, veníamos en su coche, por el carril de entrada a nuestro chalet, los gatos no se apartaban de su camino, y le digo muy chula:
.- Pues, cuando yo vengo con mi coche , todos los gatos corren como perseguidos por el demonio , no hay ninguno que no se aparte de mi camino, todos me dejan pasar, a mí me respetan, de ti se cachondean.
.- Mira bonita ( pero con retintín ), es normal que lo gatos nada más verte corran como posesos, porque para que lo sepas eras tú la que matabas a los gatos, no existe ninguna enfermedad que produzcan explosiones de cabeza, ¿o?.... ¿es que a ti , te parece normal que todos los gatos aparecieran cerca de tu coche?.
.- ¿QUÉ?
Y ahí estaba yo, digiriendo la información, con los ojos como platos temiendo que me explotara la cabeza .
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